sábado, 27 de junio de 2009

El Diablo

Estoy molesto con Micheal Jackson y no me importa si se murió o si fue el Rey del Pop, estoy molesto con él por una sencilla razón: opacó el nacimiento de mi hijo. Estuve por varios días creando un gran velo de misterio acerca de la creación de mi blog y decidí esperar por un momento aburrido, sin noticias importantes, para “el gran post”. Y llegó ese día, un jueves normal, sin mucho contratiempo y me dije: umm hoy es el día perfecto. Pasó el medio día y escucho la noticia de la muerte de Farrah Fawcett, carajos esto es una noticia impactante pues se murió la “Angel de Charlie” más sexy y famosa. La noticia como que pasó desapercibida; a nadie le importó mucho, maybe porque para esta generación la “Angel de Charlie” más famosa es Cameron Díaz y no di marcha atrás a mi plan. Pero sale el rumor de que al astro del pop le dio un achaque y se lo llevaron al hospital, tampoco la noticia tuvo repercusiones así que el blog vería la luz en la tarde.

Llega la tarde, mi emoción se hacía mayor, ya par de gente me habían escrito que querían leer mi blog, entro a mi cuenta, escribo el blog y felizmente le di Post. Ahhh estaba tan feliz, carajo, es que no se lo pueden imaginar. Decido entrar a facebook a dar la noticia y me topo con una página llena de histéricos, incrédulos, bromistas, fanáticos, odiosos etc etc hablando de que el Jackson se había muerto. Me cago en las pailas del mismo infierno, eso fue lo que dije. No se podía morir otro día o en todo caso un poco más tarde, pero noooo tenía que opacar el nacimiento de mi blog.

Furiosamente me puse a leer los comentarios, en su mayoría bromas, escritos sobre la gran noticia y el tema más comentado era la pedofilia. No pude evitar echarme a reír al ver la originalidad de mis amigos y acepto que también yo dije mis bromitas, pero de tanto escuchar asuntos de pedofilia me llegó a la mente algo que me pasó hace mucho tiempo. Mi primer encuentro con el diablo.

Tenía como 11 ó 12 años, mirándolo bien eso fue los otros días, y estaba yo sentado en la plaza de Río Piedras. Para esos tiempos andaba en guagua pública luego de salir de la escuela y por alguna razón, que no recuerdo ahora, ya estaba de noche y yo aún seguía sentado esperando que alguien en mi casa se acordara de mí. Allí me encontraba solito y desconsolado, con un bulto lleno de libretas y libros que seguramente pesaba y era más grande que yo, sentado en un banquito lleno de caquita de palomas o alguna de changos hasta que se me apareció el diablo. El diablo tenía una peste a ron encima y una botella metida dentro de una bolsita de papel. Se sentó al otro extremo del banquito cagao y vi que tenía la barba de Santa Claus, quizás pensaba que así me iba a sentir en confianza. Si eso él pensaba, realmente estaba equivocado pues me dieron ganas de llorar cuando lo vi sentarse; por instinto puse mi enorme mochila justo al lado tan pronto noté que se había acercado un poco.

Y tal pasó lo que me temía: me habló. Me dijo algo que no recuerdo y sé que no le contesté nada, sólo por mi mente pasaba un jueguito que hacía de pequeño cuando quería que papi llegara a casa y me imaginaba por donde venía hasta que llegaba a casa luego de que en mi mente hasta se paraba a comprarme dulces. En fin, el diablo siguió diciendo cosas hasta se acercamás y me dice “te doy $10 si me dejas tocarte los guevos”. Recuerdo que por poco me cago allí mismo del susto pero lo miré bien serio y le dije “estoy esperando a mi papa y él es policía”. Tal como una aparición, el diablo en menos de un minuto había desaparecido de mi banquito cagao. No me fijé a donde se había ido porque en eso también apareció mi madre. Rápido salí corriendo al carro y me monté en él como si este fuera de dulce. Ignoro todo lo que me dijo mi madre, porque ella siempre habla de más, pero no se me olvida que me dijo “qué bueno que no estabas solito, al menos te acompañó el viejito aquel”. No me pregunten cómo lo vio y no sé qué de bueno le vio, aunque para ella todos los viejos son santos. No dije nada. Llegué a casa y me encerré en mi cuarto.

Eso fue lo que pensé cuando leí todas esas bromas del gran difunto. Y el diablo tiene suerte que se me presentó a esa edad en la que era realmente un pendejo, que me haga lo mismo hoy día para que vea que lo dejo sin dientes.

Aun así no dejo de pensar qué hubiera sido de mi si me hubiese agarrado por un brazo a la fuerza. ¿Estaría vivo escribiendo esto? Pero lo que realmente está matando mi curiosidad ahora mismo es saber cuánto les ofreció Micheal Jackson a todos esos niños para que durmieran con él. Pero de algo estoy seguro y es que no les ofreció diez pesos. Ya pueden tener una idea del por qué la muerte del Jackson me importa poco y mientras escribo esto al ritmo de “Thriller” le deseo que descanse en paz…

1 comentario:

  1. tu relato fue la llave que abrio la cajita de recuerdos que mi subconsciencia habia llegado a cerrar por años, me mandaste en un viaje a 1986. WOW!

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