domingo, 1 de noviembre de 2009

Reencuentro con el diablo

Habían pasado varios meses desde aquel encuentro con el diablo sin imaginar que ese evento sólo sería el primero de muchos. Es necesario mencionar que antes del segundo encuentro él llevaba días rondándome de una forma no tan sigilosa. En una ocasión iba vestido de maleante montado en una bicicleta, me escupió y siguió con prisa sonriendo. Luego se vistió de deambulante, me pidió dinero y al darle par de centavos me lanzó con ellos en la cabeza. Otro día era una paloma negra, grande y regordeta esperando que yo pasara debajo para obsequiarme una cálida gracia en el hombro. De haber sio supersticioso en ese entonces no hubiera vuelto a clases o simplemente me hubiera negado a andar por pasaje, pero ni siquiera tenía un pelo en los sobacos por lo que mi padre no me escucharía.
El segundo encuentro se dio una tarde bastante oscura, esas tardes en las que el sol se duerme antes que las gallinas. Estaba yo parado en un puente solitario esperando que mi madre pasara a recogerme para al fin llegar a la casa. Como de costumbre, llevaba más de media hora esperándola. Personas llegaban, saludaban y rápido tomaban un pon o aparecía quién los iba a recoger y yo allí. De repente apareció el diablo cargando un bulto enorme y se paró muy cerca e mí. Rápido mi corazón de aceleró en señal de advertencia. Él me sonrió y se acercó un poco más, añadiéndole un poquito de ritmo a mi corazón. Yo le miraba de reojo, no lo podía evitar. Ignoro si se dió cuenta y si lo hiso, lo discimuló a la perfección. Sin darme cuenta ya estaba a mi lado y llevaba el bulto abierto. No me podía mover. Metió la mano en el bulto y sacó un dulce, lo miré a él y luego al dulce, nuevamente a él. Extendió su mano para ofrecérmelo el cual no acepté casi sin pensar y lo devolvió a su lugar. Ahora que doy marcha atrás a mi mente, no recuerdo carros pasar ni personas llegar, eramos solo el diablo y yo. Y él me sonreía.
Mi corazón volvió a la normalidad y así expiró la señal de advertencia. Sin esperarlo siento un objeto presionando mi espalda, me sobresalté y luego sentí la respiración mal oliente del diablo cerca de mi nuca. El corazón retomó la advertencia, aunque algo tarde, espantando todo mi cuerpo. Sentí un frío que me recorría la espalda y que seducía mis piernas a caer. El diablo me dijo que le diera todo el dinero, sino me las iba a ver feas. Le dije que no tenía dinero, mentiras, que sólo mis padres me daban para el pasaje. El diablo presionó más el objeto en mi espalda y el corazón se me había puesto insoportable. Le repetí las mismas palabras con un poco más de fuerza. Dejé de sentir el objeto y el diablo se me para de frente con pose desafiante y me dijo- suerte tienes que no traigo un arma y es simplemente un cepillo de lavar baños pero aun así puedo hacer contigo lo que me salga de los cojones-. Mis rodillas no podían soportar más mi peso y el corazón se detuvo por un segundo eterno. Se acercó a mí un poco más y en esto un carro se acercó, pasó frente a nosotros y se detuvo un poco más adelante. El diablo vió que el auto daba marcha atrás hacia nosotros y comenzó a correr hasta que lo perdí de vista. El hombre, desde su auto, me preguntó si estaba todo bien y con la cabeza le dije que sí. Me preguntó si necesitaba que me llevara a mi casa pues ya era de noche y era un lugar solitario. Antes de pensar en mi respuesta, apareció mi madre con su retraída e inocente sonrisa que la distingue. Le di las gracias al hombre y le dije que no se preocupara que ella era mi madre, él sonrió y se fue.