domingo, 11 de marzo de 2012

Un Secuestro Peculiar - Primera Parte...

En uno de esos momentos de ocio, llegó a mi mente la brillante idea de pensar en las cosas que me gustaban y llegué a la conclusión de que las cosas grandes me atraen como el azúcar atrae a las hormigas. La realidad es que no tengo idea de por qué el azúcar atrae a las hormigas y tampoco sé por qué las cosas grandes me llaman la atención. Pero las cosas así son, irremediablemente, son cosas de la naturaleza. 


Todo comenzó de pequeño cuando me quedaba hipnotizado viendo carros enormes como los Mustang, Trans Am, BMW, Mercedes, etc. y yo tenía que montarme en la “tres potes” gris de mami. Luego me antojé de un perro, pero no cualquier perro, yo quería un perro como “Scooby”. Y me regalaron el perro que tanto quería, cuando lo saqué a pasear con la cadena amarrada a mi muñeca, salió corriendo y fue la primera vez que comí tierra. Ya con más edad decidí salir con una chica con más carnes que un “buffet” chino y era un pozo sin fondo, no la volví a invitar a salir pues perdería todo mi dinero en comidas. Les cuento que me encantan las casas enormes, de dos pisos con patio suficiente para tener no menos de 20 guineas corriendo libremente pero actualmente vivo en una donde no me cabe ni una mesa de centro en la sala y no tengo patio ni para tener yerba mala. También salí con un chico que medía como unos 6’2” y no pienso seguir contando al respecto.


 El punto es que seguí pensando en boberías hasta que el estómago me hizo señas de que existía y no olvidara lo exigente que es y es ese momento cuando uno abre la nevera y lo único que hay es un galón de agua, vacío. Decido preparar un jugo de esos con mucho colorante pero con solo 5 calorías con agua del fregadero, me sirvo un vaso enorme y cuando busco el hielo me encuentro con las cubetas vacías. Maldigo hasta a las naranjas y tiro el jugo por el fregadero y me largo, pero no se me ocurre llenar las cubetas para hacer hielo. ¿Por qué seremos tan vagos? 


Prendo el carro y me dirijo al “fast food” más cercano, no entiendo por qué se llaman así con lo lentos que son, entro casi corriendo a regañadientes de mi estómago y me paro a hacer la fila. Saco el celular para ver qué hay de nuevo en las novelas de facebook hasta que llega mi turno. Como casi todas las empleadas de los “fast foods” la que me atendió estaba tan llena de felicidad que se le escurría por los poros. Yo, sin mala intención, me pongo a ver el menú como si fuera la primera vez que entro y la cajera suspira. “Si no fueras tan fea tendrías un mejor trabajo”, me pasó por la mente decirle pero me contuve. Hice la orden, me la entregaron y me senté a darle al cuerpo lo que me pedía y en seguida se sienta a la mesa una doñita bajita, en bata, con el pelo desgreñado, un diente manchado de lápiz labial rojo intenso y con un bolso enorme de esos Britto. Al momento dejé de masticar y sin reparos en cortesías la viejita me dice -come rapidito que te estaré esperando afuera para robarte el carro…