miércoles, 20 de octubre de 2010

Ego...

Hay veces en las que nos molestamos con alguien a morir solo porque no cumple nuestros deseos o simplemente porque no dió lo que uno esperaba. Y uno se molesta y grita y hasta llega a ser ofensivo, ¿pero acaso estamos nosotros llenando las expectativas de los demás? ¿Realmente hay que llenar las expectativas de alguien? O peor aún, ¿tenemos que ser exigentes con los demás? Muchas veces somos infelices por el simple hecho de hacer feliz a alguien y todo se ve color de rosa. ¿Realmente eso es felicidad? ¿Acaso puede alguien ser feliz sabiendo que es una felicidad maquinada? ¿Debe realmente uno ser infeliz por el bien de la humanidad? ¿En algun momento de la vida eso traerá alguna recompenza? Quien hace algo por mi, ¿lo hace por que es feliz haciendolo o simplemente es infeliz pero se sacrifica por hacerme feliz? ¿Acaso nos damos cuenta del daño que hacemos a los demas siendo egoístas? ¿Por qué juzgamos a quien decide ser feliz y no se esfuerza por hacer feliz a los demas? ¿No hay que amarse primero a uno mismo para poder amar a los demás? ¿Acaso todo este vómito mental tiene algun sentido?

miércoles, 30 de junio de 2010

Serás mío - 1ra parte

¿Cómo es posible tener la mente llena de tanta basura y contar con apenas trece años? Es posible cuando estás rodeado de tanta mierda. Es la única contestación decentemente aceptable que puedo tolerar para dicha pregunta. Han pasado los años y hasta que tenga Alzheimer, si no tengo la dicha de padecerlo estaré jodido, no va a parar este almacenamiento involuntario de recuerdos nefastos. Recuerdos que no se olvidan nunca y que día a día se van acompañando de nuevas experiencias. Es increíble todo lo que esa masa extraña que llevamos sobre el cuello puede almacenar.

Recuerdo tener trece años y la mente llena de pensamientos terribles: muerte, sexo, drogas, peleas, odio, rencor, miedo, soledad, amor. Trataba de llevar mi vida como todo un adulto pues me vi obligado a serlo. Ya me había encontrado con el diablo varias veces y logré burlarme de él, siempre con éxito. Nunca imaginé que el diablo era tan persistente, no lo sospechaba; pero si yo apenas tenía tres pelitos más abajo del ombligo. Era ingenuo, demasiado ingenuo para ser un joven con tantos pensamientos malos festejando dentro de la cabeza. Cierta psicóloga dijo que eran changuerías. ¡Bravo! Puras changuerías de un niño entrando a la adolescencia sin muchas ansias. Pero lo cierto es que el miedo a la gente era terrible, espantoso. No puedo decir si eran changuerías pero me aterraba estar solo entre desconocidos y para aumentar en desgracias, siempre estaba solo entre mucha gente. ¿Cómo se puede estar solo entre mucha gente? Es una pregunta que no quiero analizar.

Pasaron los años y el diablo seguía en su intento de hacer conmigo su voluntad, siempre sin éxito. Puedo decir sin éxito ya que no estoy contando con que él se me entregara en forma de mantecado o de copito de Nutella. Mis pensamientos seguían acumulándose y sin darme cuenta ni con mucha fanfarria llegué a los dieciséis años. Obtuve el mejor regalo de cumpleaños: una visita al DTOP para tomar el examen de aprendizaje y poder usar el carro de la familia. Claro que pasé el examen, claro que tuve el carro de la familia y claro que tuve que buscar trabajo. El diablo de seguro estaba relamiéndose al ver cómo las cosas iban transcurriendo a su favor.

Comencé a trabajar en un lugar donde no paraba de entrar y salir gente mientras yo quería pasar todo el turno dentro del baño para que nadie me viera y así no tener esa sensación de que me faltaba el aire. Pasaron las semanas y la cosa fue mejorando grandemente al no sentir miedo a la gente y al poder hablar con los compañeros de trabajo. Comenzaba a sentirme feliz de estar entre ellos. Rápidamente me enteré de la vida privada y no privada de todos ellos, de las barbaridades que hacían luego de terminar sus turnos de trabajo y que yo no pensaba alguien fuera capaz de hacer. Ante todo esto yo me mantenía al margen hasta que ella comenzó a hablarme más que nadie. Ella llegó a saber todo de mí: dónde comía, cuándo trabajaba, hasta qué hora trabajaba, dónde me estacionaba, dónde estudiaba, quiénes eran mis amigos, mis lugares favoritos, mi música favorita, lo que odiaba, lo que amaba, lo que me hacía llorar, todo. ¿Cómo alguien puede enterarse de todo eso? Yo se lo decía. Ella era mi amiga y se interesaba por mí, pero no imaginaba cuánto…

Solíamos salir a lugares inhóspitos y parajes donde ningún ser humano cuerdo se detendría a conversar sobre la escuela o los problemas con los padres. Ella era mayor que yo y tenía un hijo aunque siempre me pareció que era una niña cuidando de otro niño. Parados en uno de nuestros parajes predilectos conversábamos sobre su hijo y el momento que fue concebido, la conversación se tornó algo meticulosa. Las palabras dejaron de fluir y los nervios se encargaron de petrificar mi interior. El aire se tornó tibio, ráfagas calientes llegaban de la nada para llevarse el poco oxígeno que quedaba. El calor aumentaba y el silencio lo acentuaba. Su mirada. Su mirada no era la misma de siempre, el brillo en sus ojos no tenía nada de dulce ni de inocente. Poco a poco se acercó, mucho más de lo que yo esperaba y más cerca que nunca. Antes de poner mi mente a pensar ya una sonrisa aflojaba de su boca y me besó. Era la primera vez que una boca se encontraba con la mía y quemaba todo mi ser. Su lengua buscaba la mía que estaba escondida pues nunca había recibido visita. Y se encontraron, se entendieron y se acoplaron. Nos besamos hasta que el tiempo dejó de existir y sus manos comenzaron a hacer su función. Sus manos tocaban todo mi cuerpo y llegaba a sitios donde nunca nadie había llegado mientras yo me dejaba llevar. Mi mente se fue a pasear con el tiempo dejando mi cuerpo a merced de ella, que ya se encontraba sobre mí jadeando de excitación. Su lengua recorría mi oreja, cuello y bajaba por mi pecho hasta volver a alcanzar mi boca para volver al mismo recorrido. Se encontraba lamiendo, besando mi pecho abriendo paso con su lengua hasta mi ombligo y sentí la humedad entre sus piernas que invitaba a ser poseída. Pero el aire perdió su calor y un frío sudor se apoderó de mi cuerpo que brotaba y sentía que procedía desde los mismos huesos. Su voz no era su voz cuando me dijo- ¿Por qué te detienes? El frío se volvió olímpico y se apoderó de mí el terror. La aparté de donde se encontraba y sus ojos sólo mostraban furia. Me puse la ropa que ya no tenía haciendo caso omiso de los reclamos roncos que ella dictaba. El aire congelaba mi ser y mi mente regresó del paseo que había dado con el tiempo sólo para decirme que debía irme de allí. Y así lo hice, me bajé del auto sin decir palabra y caminé lo más lejos posible de aquella voz ronca que me gritaba – ¿Adónde crees que vas? Serás mío, no podrás huir de mí toda tu vida. Acaso crees que…

Mis pies no aguantaban más y no recordaba cuánto tiempo llevaba caminando ni hacia dónde me dirigía, sólo caminaba. El corazón se había dado por vencido y ya no luchaba por salir de mi pecho mientras mis piernas hacían lo suyo. Ya estaba cerca de mi carro y no pensaba en otra cosa que llegar a él para al fin llegar a mi casa. Recuerdo que el dolor en el cuerpo era indescriptible cuando llegué al lugar donde se encontraba el carro. La noche era cálida y las estrellas se antojaban de salir, imagino que molestas con la contaminación lumínica de San Juan. El estacionamiento estaba abarrotado de gente, al parecer era una noche bastante activa en los comercios y todos salían con globos rojos y arreglos enormes con flores y chocolates. Yo quería un arreglo de esos para mí pero estaba claro que no obtendría ninguno, como siempre sucedía. Olvidé todos los pensamientos tontos cuando vi mi carro estacionado, grata salvación esperando por mí.

Ya frente a mi carro listo para montarme y dirigirme a mi casa, lo vi. Estaba parado al otro extremo y me miraba con unos ojos azules que insultaban la noche. Su sonrisa era consoladora y perfecta bajo dichos ojos azules. Aunque mi mente me gritaba que me adentrara en el carro y saliera de allí, no pude hacerlo. Él se acercó lentamente y pude notar que bajo su ropa había un cuerpo al que se le dedicaba varias horas al día, todo lo contrario al mío. Me sentía desfallecer y busqué apoyo en la parte trasera del carro mientras mi mente no paraba de decir cosas. Su sonrisa desapareció tan pronto estuvo a un paso de mí y con una voz preocupada me dijo- ¿Estás bien? Parece que algo malo te ha pasado. - Mis piernas cedieron al peso de mi cuerpo y mi mente al sentirse ignorada decidió abandonarme, no sin antes percatarse de que él con sus fuertes brazos se apoderó de mi cuerpo…

Dolor

Las gotas de lluvia tratan de lastimar mis ojos, no se dan por vencidas, son muchas. Las nubes ya disiparon y ellas siguen su feroz ataque. Las gotas de lluvia no pueden hacer nada contra el esfuerzo de mis lágrimas, las mismas que cubren mis ojos.Lágrimas que brotan ante el constante ataque, lágrimas que están obligadas a ayudarme. Las gotas de lluvia se dieron por vencidas, por el momento. Las gotas de lluvia sólo esperan un mejor momento. Lágrimas que no me abandonan sin importar que mis ojos vean el mundo color de rosa. Lágrimas que esperan un mejor momento, uno mejor del que esperan las gotas de lluvia al viento. Lágrimas.