domingo, 3 de junio de 2012

Un Secuestro Peculiar - Segunda Parte...


     No podía comer sin dejar de mirar, a través del cristal sucio, a la doñita que me esperaba fuera del restaurante. Yo pensaba que era una loca de esas de barrio y seguiría su camino, pero no, allí estaba parada. Y me miraba cada dos minutos. Y yo la miraba a ella. Parecía una escena de película vieja de vaqueros, cuando el bueno y el malo se miran a los ojos en la calle para ver quién gana el duelo. Ella sonreía y volvía a virar su cara para donde fuese que estaba mirando. Comí lo más lento que pude para ver si de esa forma ella se cansaba de estar allí parada y se iba, pero no se cansaba. Ella ni parecía estar sudando bajo el candente sol. De seguro se alimenta de viandas con bacalao, fue lo que me pasó por la mente, es lo que siempre dicen los viejitos.

     Ya había dejado pasar mucho el tiempo y no podía seguir allí en la mesa por lo que decidí salir. Le pasaría por el lado como si nada hubiese pasado, me montaría en el carro y problema resuelto. El problema es que tan pronto salí del lugar, ella me cortó el paso.
-          Nene, que lento comes. Por poco tengo que entrar a sacarte a la fuerza.

     Seguí mi camino, pasándole por el lado camino al carro y ella se me fue detrás. La escuchaba quejándose bajito, para ella misma pero no le hice caso. Llego a mi destino, abro la puerta y de repente ella le da un empujón y me la cierra. La miré perplejo y vi que tenía la cara más arrugada de lo normal, culpa del coraje.
-          Tras de lento, majadero. ¿Acaso no fui clara hace un ratito? Aunque cambié de parecer y ya no voy a robarte el carro. Ya estoy vieja y cansa’, mira como tengo ese tobillo hinchao y no estoy pa’ guiar. Nene, que mires mi tobillo, vistes que ya parece un jamón. Así que me vas a abrir la puerta, como el caballero que eres y vas a hacer todo lo que te diga.
-           ¡Oye doñita, ya déjame quieto que no estoy para bromas!
-          Y yo tampoco estoy para bromas mijito así que hazme caso y no te quejes más.

     Como decidí ignorarla, metió su mano en el bolso y sacó un arma. Ahí cambiaban las cosas: un arma en una mano ya sin buenos reflejos y control no es algo bueno que digamos. Y me pensé que lo mejor sería llevar a la viejita al lugar dónde ella quisiera y ya, caso resuelto. Pero en el momento que la dejé entrar en el carro supe que había cometido un error. Comenzó a suspirar y a resoplar tan bruscamente que por un momento pensé que se moriría en ese momento, pero no. Metió nuevamente la mano en su bolso, sacó un paquete abierto de semillitas y comenzó a comerlas. Se metió un puñado en la boca y comencé a escuchar el irritante sonido que hacen al abrir. De repente comenzó a escupir las cáscaras en el piso.

-          ¡Hey vieja loca! ¿Qué te crees? No seas puerca, escupe pa’ fuera. Tras que te metes en el carro me lo vas a ensuciar.
-          Ay nene cállate ya, que mucho te quejas. ¿No entiendes que este carro es mío? Ahora es mío y serás mi chofer hasta que yo diga lo contrario. Lo primero que harás será dejarme en paz comerme las semillitas. No te preocupes que están muy saladas y no puedo comer muchas. El doctor de la presión no me deja comerlas, pero él no está aquí. Además, que se me pelan los labios y la lengua y me da una carraspera terrible. Pero es que son tan ricas, no te ofrezco porque el paquetito este viene casi vacío. ¡Mira! ¡Nene que mires! Esto es aire na’ mas y tan caro que lo venden. Así que deja de quejarte tanto. Bueno coño, prende el abanico que hace calor y no me gusta sudar. Prende, prende el carro y arranca, vamos a buscar a mis amigas.
-          Lo siento señora, no vamos a buscar a nadie. Dime dónde vives, es al único lugar que iremos.
-          ¿Se te olvida que tengo una pistola?
-          Seguro estoy que nunca la has usado.
-          Siempre hay una primera vez.
-          ¿Y vas a dispararme? ¿Piensas ir presa después de vieja?
-          Que se joda, a la que me cojan presa me falla el corazón y estiro la pata. No hables más y arranca. Ay dale mijo que mis amigas nos están esperando.
-          ¿Dónde vives?

     Y me apunta con el arma directito a los huevos. Eso sí me dio tremendo susto y pensé que lo mejor sería evitar algo grave.

            -¿Dónde están tus amigas?
            -¡Ah! Que buen pichón eres. Ja ja. Vamos al casino del Ritz, allí están esperándonos hace una hora pero es que comes lento mijo. Ya están bastante alteraditas así que prepárate.
            -Oye, que ya no me está dando gracia el asunto. ¿Qué quieres de mí?
            -Nada, que te portes bien y me hagas caso.
            -¿Pero por qué yo, por qué a mí?
            -Por cabrón.
            -¿Pero qué te pasa vieja loca, qué te he hecho? No sabes quién diablos soy y vienes a joderme el día.
            -A mí no me has hecho nada.
            -Pues baja el arma y no me jodas.
            -No te me pongas potrón que me está temblando la mano, me pongo como que nerviosita y disparo.
            -¿Por qué me estabas velando?
            -No lo sabes ahora pero ya lo sabrás…