martes, 28 de junio de 2011

Serás mío - 2da Parte (Fragmento)

Con la frente salpicada de sudor, me encontraba mirando el techo y las paredes de mi habitación y por primera vez en mucho tiempo no pensaba en que tenía que cambiarles el color, solamente pensaba en cómo había llegado allí, a mi hogar. Todo a mi alrededor daba vueltas, incluso mis pensamientos. Pasado el tiempo me doy cuenta de algo simple pero muy curioso, ¡estaba desnudo! Un frío olímpico invernal recorrió toda mi columna hasta llegar a mi espalda baja. ¿Qué sucedió anoche luego de que aquel homb..? ¿Qué? ¡Es cierto, aquel hombre me tomó de los brazos! Pero nada podía recordar.
Decido salir ya de la cama y en ese preciso instante descubro el por qué de mi indiferencia hacia el color de las paredes de mi cuarto, no era el mío. El frío regresó más gélido de lo que pude imaginar. Todos los vellos de mi cuerpo, que no eran muchos, se erizaron y las cuencas de los ojos se inundaron hasta desbordar. Miré despavorido de un lado a otro en busca de mi ropa pero todo fue en vano. ¿Dónde carajos estaba y qué hora era? Al demonio, no sabía ni qué día era. Estaba muerto, de seguro sería mi fin. Un toque en la puerta acabó por petrificarme y la respiración se agitó aún más. Se escuchó un melodioso “buenos días” y yo buscaba algo para defenderme. No había nada, ni un bate, un cuchillo, destornillador, nada, no había nada y volvieron a tocar la puerta.
-Buenos días. Espero no estés asustado. En la primera gaveta hay ropa, puedes usarla.
De mis labios no salió palabra alguna pero sentí tranquilidad. Abrí la gaveta y efectivamente encontré ropa y me quedaba a la perfección. Me vestí y me quedé parado frente a la puerta sin saber qué hacer hasta que me convencí a mí mismo de salir de aquella habitación pues no podía pasar el resto de mi vida allí. Abrí la puerta y salí al corredor, era un apartamento bastante moderno, sin mucha decoración ni accesorios. Rápido supe que ninguna mujer vivía allí. Caminé por instinto hasta llegar a la sala y allí estaba él. Me miró y supe que esa sonrisa la había visto antes.
-Buenos días. ¿Qué tal la siesta?
-¿Dónde estoy?
-Es mi casa, no te asustes. Tuve que traerte pues no sabía dónde llevarte y por más que traté de hacerte reaccionar, no lo hacías.
-Estaba desnudo…
-Tranquilo, te vomitaste y te orinaste encima. Eras una letrina andante. No podía dejarte así pero descuida, nada malo te ha ocurrido.

Hablaba y sonreía, dejaba de hablar y sonreía.
-¿Quién eres?
-Ricky, así me puedes decir. Y te digo, descuida, nada malo te ha pasado y debes reconocer que ha sido gracias a mí. No sé de donde venías o qué hacías pero llegaste hasta tu carro y te desplomaste, si no llego a estar yo allí de seguro el cuento sería más triste o lamentable.
-Debo irme. ¿Dónde está mi carro? ¿Dónde estoy?
-Primero tienes que calmarte, come algo y luego pasamos por tu carro. Está seguro, hable con los de seguridad y no le pasará nada. Se encuentra donde mismo lo dejaste. Te encuentras bien, tu carro está bien así que todo está bien. Anda, te preparo algo de comer.

Seguía con la sonrisa.
-Está bien. Pero como algo y me voy.

Pero no me fui y de haber imaginado lo que se aproximaba, ni habría cenado. Pero no me fui…

No hay comentarios:

Publicar un comentario